Pasan los años y Navaluenga permanece dormida en la Sierra de Gredos, como el genio así duerme en el fondo del alma. Alma en el que se graba este pequeño pueblo, no con fuego, que lo odia, por la multitud de incendios que ya ha sufrido, sino con fuertes y frescas brisas que se enredan en el pelo y le dan un aspecto de siempre sucio, pero que da igual, como da igual ir vestida por una pordiosera.
sólo tiene una maltrecha plaza de toros, a la que repudio por ser un lugar bochornoso y denigrante. Un "Centro comercial" que es en realidad un súper bastante pequeño, pero que para ellos es muy grande. Su iglesia del siglo XI, una auténtica antigüedad de las que me gustan a mí. Y su puente. Un puente románico que cruza el albeche de lado a lado y que les ha convertido en la envidia de sus alrededores.
Si hay algo que me guste de Navaluenga, mi pueblo (no evito decir que Navaluenga es mi pueblo, aunque nadie de mi familia sea de allí) es que es eso. Un pueblo. No de ésas mini-ciudades disfrazadas de pueblo donde no puedes ni andar por las calles de la gente que hay. Donde por la noche lo que se oye son los borrachos cantando, y los edificios son tan altos que cubren el sol. No, eso no, por favor. No puedo con eso.
Intenté cocinar, pero es que no puedo. Menos mal que me fui con mi hermano y él se encargó de todo, porque si no hubiese muerto de inanición.
Por cierto, mi exclusivo y elegante pijama azul va a marcar tendencia, jajajajajajaj.
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