Mi padre la trajo en una caja de cartón. Era muy, pero que muy pequeña. Tenía la trufa, las patitas y la barriga rosadas y unos dientecitos como pequeños alfileres. Las orejas caidas como el bebé que era (había nacido el 1 de marzo). No había visto en mi vida una perra más bonita y adorable. Recuerdo que la cogí en brazos y la miré a sus por entonces ojitos azules (luego mutaron a un color muy extraño) y la prometí que no habría en este mundo una perra más querida que ella.
9 años después he mantenido mi promesa. Y es que a pesar de nuestros altibajos, la sori ha sabido responder con creces al cariño de mi familia y se ha convertido en un miembro indispensable de la misma.
Creo que a estas alturas, huelga decir lo que significa para mi mi perra. Es la fidelidad, la amistad, el cariño y la ternura concentrados en un cuerpecín de 3 kilos que ha sabido estar a la altura en todo momento, mejor que muchas personas.
No puedo pasar sin nuestros largos paseos (que cada vez se van haciendo más cortos, porque se va haciendo mayor y se cansa), sin hacer nuestro maratón de películas malas los viernes, sin esas mañanas de fin de semana cuando me tira su peluche de picachu a la cara porque quiere jugar y yo la mando a la mierda y discutimos, sus ronquidos, cuando en la playa se pone a hacer hoyos y me echa toda la arena, cuando quedo con mis amigas en las terrazas y la pongo a ella otra silla para que se siente, los recibimientos que me hace cuando vuelvo a casa, nuestras discusiones que suelen zanjarse a base de mordiscos, sangre y amenazas de abandono en perreras, aquella pelea que tuvo con una gallina macarra que buscaba bronca, o el célebre episodio del atragantamiento con el mini-mejillón que se comió en el puerto de Garrucha...vamos, que sin ella me falta algo.
¿Cuántas aventuras nos quedan por vivir, sori? ¿Cuántos líos y problemas tendremos que resolver?, afortunadamente espero que muchos.
Aquel 23 de abril del año 2000, la adolescente atormentada que yo era y esa chucha callejera que sin una familia no hubiese tenido posibilidad de sobrevivir, se encontraron para protagonizar una de las historias de amistad más bonita y sincera...la nuestra. Puede que contándola muchas personas se conciencen de la importancia que tienen los animales en nuestra vida, y que dejemos de una vez por todas de darle importancia a chorradas que no la tienen.
Nº de lágrimas derramadas durante la elaboración de este post: 1 o 2 millones.
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