Black Christmas.

(mis tíos y yo en el año 87, en el fondo edificios de Viena)

Soy de esas personas que suelen recibir los golpes de la vida a carcajadas. Mi hermano siempre dice que soy de hielo, inmutable. Y es verdad.
Sin embargo me vais a permitir que, por un momento vuelva a ser humana y tenga un arrebato de sinceridad como el que nunca me habeis visto tener. Esta entrada de mi blog va dedicada a todos los que por cualquier razón, en estas fiestas, tienen un pequeño vacío en el corazón. Como yo.

Si hay una noche criminal para mí en todo el año, esa es nochebuena.
Recuerdo mi nochebuena de hace 4 años. La última que pasé "a la antigua usanza". Mi tío preparaba sus especialidades de sibarita. Se tiraba todo el año buscando en los libros más selectos, las mejores recetas para sorprendernos a todos. Mi tía decoraba la casa como si fuese la preysler. Mis padres sólo iban a casa de mis tíos un par de veces al año pero yo solía estar allí casi siempre que salía de la academia de inglés.
Esa noche, mi tío me había enseñado un libro que había encontrado. Pertenecía a su abuelo, que había sido cocinero de los Marqueses de Urquijo. Allí venían escritos todos los menús del día con anotaciones graciosas como la de: "la señorita no sé qué odia la mantequilla, sustituírla por aceite" y cosas así. me hizo mucha gracia que en todos los platos del día no faltaban los huevos. Debían tener bueno el hígado los marqueses...
Aquél día decidimos que la sori y su primo, cachito (el beagle) se conociesen. Pero a la sori le dio un miedo atroz y no se bajó de los brazos de mi madre.
Yo había adelgazado bastante y pesaba unos 58-59 kilos, y mi tía no dejaba de decirme lo guapa que estaba y me empezó a sacar vestidos de los que a ella le quedaban pequeños. ¡Y qué vestidos! de Marni, Blumarine, prendas de Fendi...
La verdad es que visitar a mis tíos era como habitar un mundo que no era el mío. Siempre con sus lujos, con su casa de diseño su ropa de marca y su sofisticación. De vez en cuando me gustaba sentirme como una pijilla insolente, pero no lo podía soportar mucho tiempo. Mis tíos querían cambirme a toda costa (al igual que mi abuela). No comprendían cómo pudiendo tener cosas que no se podrían permitir muchas chicas, yo seguía (y sigo) siendo así, una cuasi vagabunda. Querían una sobrina que fuese una señorita muy señoreada, y lo que tenían era una sobrina a la que la encantaba asistir a partos de cabras y ovejas. Pero a pesar de nuestras diferencias nos queríamos mucho, y sentíamos pura adoración mutua.
Mañana es nochebuena y yo no podré dejar de recordar estas cosas, aunque ni mi cara refleje el menor atisbo de tristeza y mis ojos permanezcan secos como un desierto.
Mañana no recibiré ningún mensaje de nadie (sigo siendo una marginada social). Sin embargo esperaré en el fondo de mi alma, uno que no creo que llegue. El de mis tíos...

1 comentario:

Mery Fence dijo...

No superaré esto nunca...nunca. Será una pena que me acompañe el resto de mi vida.