El movimiento eterno dio lugar a grandes torbellinos en el seno del ápeiron.

La verdad es que para una persona que acaba de superar una tremenda depresión como la mía, tener un día como hoy no la beneficia en nada.
Hoy he vuelto otra vez a hacer lo mismo que me sumergió en el barrizal más horrible y que me convirtió en una drogata-borracha en potencia un poco rara, porque en mi vida me he drogado, y jamás he bebido, pero claro, me jugaría el cuello a que el día que me cogiese la primera borrachera no me sacaría de alcohólicos anónimos ni Brad Pitt vestido de Troyano.
Sin embargo, tengo que decir, que este año he decidido tomarme todo con más tranquilidad, y no sufrir tanto como sufro, porque no puedo volver al infierno del que vengo. Please!!.
Mi día comienza a las 6.00 a.m. (¿cómo tan pronto? pues porque mi pelo, no es liso, sino algo extraño incapaz de adoptar una forma decente) vale, me he cogido el coche, porque hoy era un día en que no estaba dispuesta a ir a la boca del infierno (el metro, vamos). Arranco y el coche empieza a hacer ruidos extraños, me cago de miedo con la sola idea de que el coche me deje tirada por la carretera esta que cojo para ir a la facultad, que no sé ni cuál es, ni me importa, pero el hecho de coger el metro (todavía traumatizada porque el sábado me arrearon un raquetazo en todo el ojo un chaval bastante guapo, por eso le perdoné, que llevaba las raquetas en una mochila con los mangos hacia fuera, uno de los cuales golpeó mi globo ocular) pudo más y arranqué. Que sea lo que los Masters del Universo quieran que sea.
Llego a la facultad, tardo un cuarto de hora en aparcar (normal, no sé...) y por supuesto llego tarde a clase. El profesor, empieza a contar no sé qué de que a nuestra edad ya estaba casado y que se drogaba para ir a trabajar y no sé qué, y claro, yo que estoy hasta los ovarios de todo, pues empiezo a soñar con lo maravillosa que sería mi vida casada con Roger Federer, o viendo a Jesús vázquez en pareo.
Salgo de clase y tras unos momentos de incertidumbre decido marcharme. Cuando vuelvo a la calle friki, en la que habito desde hace 2 años y algo, me encuentro con que la única calle en la que puedo aparcar (tengo casi un kilómetro para maniobrar) está cerrada porque un maldito amante de la música clásica se ha comprado un piano, y tenían que subirlo hasta el piso en cuestión. Me dan ganas de llorar pero me controlo.
Después de comer una cochinda que me he preparado porque no sé cocinar (mis padres estaban trabajando y mi hermano en el colegio) y lo he quemado todo. Me he vuelto a ir a la facultad, esta vez en el transporte del diablo (metro) llego y la profesora no viene, ajaja a todo esto un calor espantoso.
En fin, mañana será otro día.

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